martes, 3 de febrero de 2009

"LAS MANOS" DE D10S




Que jugador tan versátil es Maradona. Puede anotar goles con su mano izquierda y detenerlos con la derecha.








(SEBASTIAO LAZZARONI, técnico de Brasil en Italia 90, “atendiendo” a Diego Maradona quien hizo un gol con la mano izquierda frente a Inglaterra en México '86, e impidió con la mano derecha un gol de Rusia en la Copa del Mundo 1990)

lunes, 2 de febrero de 2009

MI TANGO A MARADONA

UNOS DE LOS TANTOS TEMAS DEDICADOS "AL DIEGO".

AUTOR: LEONEL CAPITANO

miércoles, 21 de enero de 2009

GRANDES EQUIPOS DE LA HISTORIA II

Boca 2000


Argentina 86

















El Ferro de Griguol

domingo, 18 de enero de 2009

viernes, 16 de enero de 2009

LOS RELATORES, Alejandro Dolina


Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplos de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.Héctor Bandarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierdo del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Homero, Eneas y Virgilio.Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por el mismo.A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota.Finalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba a oír de paso su voz emocionada.Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía.Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los arbitros cometían errores perversos. De a poco, el artista fue incorporando elementos más complejos a su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto o tres horas.Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo.Todos recuerdan el famoso partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer -con toda sutileza- la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar “La Perla” de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de loa partidos.Algunas firmas comerciales de Flores lo ayudaron a solventar los nulos gastos del certamen a cambio de avisos publicitarios.Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli.Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en offside. Los de Villa Dálmine hicieron una suelta de palomas celestes y blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó.En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo cor-pus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3-Vélez Sarsfield 3."Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante... Arremete J. J. Rodríguez, pero ya es tarde... tarde para remediar los errores del pasado... tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan... Ya es tarde para todo."Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y -como hemos visto- recargaba un tanto su estilo.Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y contantes de la radio.Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces mediocre, de los futbolistas? ¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a sucesos imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión.En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos, sombras de una sombra.

miércoles, 14 de enero de 2009

HOGAR SAN JOSE



Que difícil es ir a un colegio católico cuando uno es un salvaje. Para semejante afirmación, quiero aclarar dos cosas, la primera es que cuando digo salvaje, me refiero a pibes que prefieren mil veces estar en el potrero y no en la escuela, y que las máximas travesuras podían llegar a ser tirarle toscas al techo de don Sinforoso a la hora de la siesta para que salga a putearnos en ese dialecto italo-argentino, que poco entendíamos, o arrancarle las ciruelas a Don Tito, o esconderle el Coco a Mario Carrera (el Coco era un Cordero que Marito tenía de mascota), éramos salvajes si pero no como ahora que no sabes en que fullerías te puede andar un pibe, y cuando menos te la esperas aparece en cana con no se que cantidad de cosas prohibidas. La otra cosa que quería aclarar es que este no es un colegio católico de esos tipo “Sagrado Corazón” o “Inmaculada concepción” donde te pones con 4 o 5 Rocas por mes y nadie te jode, a lo sumo te discriminan por atrás por ser cabeza y no pertenecer a la oligarquía terrateniente, pero mientras puedas pagar la cuota está todo bien, este es un colegio que funciona pegado a una iglesia donde el cura cartoneaba para juntar guita y fundó un barrio para gente carenciada, además había un internado para nenas huérfanas. Por supuesto que el cole no estaba en pleno centro ni en un barrio cajetilla, estaba justo en el límite de donde pasas a ser un “potencial delincuente” según la “gente bien” de la sociedad, porque acá “de Libertad para abajo son todos chorros” dice la “hight society”.
La cuestión es que pasé mis primeros años de educación en ese colegio, el Hogar San José, y ahí formé mi primera “banda de bandidos” como decía la madre superiora cuando nos quería alcanzar después de alguna travesura. Fui desde jardín (una sola salita) hasta cuarto grado, donde le sugirieron a mi madre que esta vez si o si me debería cambiar porque pegarle una cachetada a la maestra no estaba contemplado en el estatuto del colegio y violaba las normas de convivencia, aunque bien merecida la tenía la guacha por agarrarme las orejas y dejarme sin recreo, y todo, como siempre en esos cinco años, por culpa de Ana Paula López.
Ana Paula era la hija de la presidenta de la cooperadora, y era de los que mejor estaban económicamente, así que todo lo que ella decía era palabra santa y por supuesto siempre nos mandaba al bombeo con el cura, las monjas o el primero que se la cruzaba, por eso el día de la “sugerencia de cambio”, estoy seguro que fue ella la que le contó a la maestra que con Cristian y el gordo le habíamos robado los calzones a las monjas y los habíamos izado en el mástil del jardín, tiene que haber sido ella, no queda otra.
Habíamos formado un grupo bárbaro, el gordo López, (primo de Ana Paula), Cristian, Nelsito Carrasco, el colorado López (que no era nada de los otros, pero se ve que en el barrio teníamos una invasión de gallegos con el mismo apellido), Pablo Roldán, el negro Mayo, Moisés, el japonés que vendía flores cerca del cementerio, Raulito Nuksen y yo. Siempre juntos, para todo, en las buenas y en las malas, si caía uno, caíamos todos, como el día que nos robamos las monedas de la iglesia y compramos esos caramelos que tienen como espumita y venían en tiritas, Fish creo que se llamaban, o cuando nos fugamos en masa de catecismo y cambiamos las estatuas de la iglesia de lugar.
Ah, me olvidaba de un detalle, los años de los que hablo van desde el `80 hasta el `84, con los milicos en el gobierno, la guerra, Alfonsin y demás. Si bien uno no tiene conciencia política, a los cinco años, yo creo que se nace con ideal y luego se va forjando con el tiempo. Y yo nací Peronista, y para no ser menos, de Boca y en la ciudad, hincha de Quilmes, y como ya dije antes de Libertad para abajo, lo que daba en mí un perfil de “negrito subversivo” a pesar de mi piel blanca y mi corta edad. Esto lo cuento porque por aquellos años trajo muchos problemas en la familia, principalmente, cuando en el `81 salí de la fila gritando “es necesario que vuelva Perón para que pare la inflación”, o cuando mi hermano le explicó a la seño en el ´84 que no habíamos asistido a la visita del recién electo presidente Raúl Alfonsín porque “en mi casa somos todos de Luder”, lo que acarreó innumerables llamados a mi vieja para que no se nos inculquen esos tipos de ideales, como si los que nos metían ellos en la cabeza eran mucho mejores.
Así pasé esos años sin recreo en el `81 rezando por salud del Papa, que no se que loco le pegó un tiro, haciendo simulacros de bombardeo en el ´82, escondiéndonos en la iglesia todos amontonados por si venían los ingleses, y tratando de entender que carajo era el “retorno a las urnas” en el `83.
Pero el tema principal, el que les quería contar fue mucho antes, en 1980, cuando recién empezaba el jardín, un día de acto, creo que del 9 de julio o el 17 de agosto, no se. La cosa es que, como siempre, Ana Paula era la abanderada, y yo, que en esas épocas le disputaba el puesto en todo lo que estuviese en juego, ya que lo nuestro era una cuestión de piel, de ideologías, había sido elegido para recitar una especie de poema. Mi vieja me lo tomó como 20 veces antes de salir para el jardín, al llegar se lo tuve que decir a una monja, al cura y las maestras. “Nada puede salir mal” decían, ya que venía el intendente o no se que milico en representación del gobierno municipal. Cuando empezó el acto arranqué a pensar en mi viejo, que se mataba haciendo horas extras y no había podido ir a verme, así que mientras las autoridades daban sus discursos de rutina, yo pensaba en él, cuando íbamos a ver las cotorras a lo de Colombo, cuando me llevaba a ver a Choleta a la estación del tren, y se me vino a la mente el último domingo, mi viejo llorando y puteando con la “Noblex Carina” en la mano, y el otro cuando dijo que no ganó el Prode justo por Boca y me entré a acordar de todas las cosas que me había enseñado en mis cortos años de edad.
Cuando tocó el turno de mi actuación, inflé bien el pecho, mire a la cara al cura, monjas, milicos, padres y compañeros, y mientras Ana Paula levantaba la celeste y blanca al cielo, llene mi garganta de voz y pensando en mi viejo canté:
“de la mano del Rata nos vamo´ a la B, de la mano del Rata nos vamo´a la B”

viernes, 9 de enero de 2009

EL TITIRITERO


El viejo Timoteo lo vio jugando en los campitos de Montes de Oca al 700 en Barracas y enseguida se dio cuenta que tenía pasta de crack. Debe ser el único o uno de los pocos casos de jugadores que sin haber pasado por las divisiones inferiores de algún club lograron triunfar en primera.Llegó a Ferrocarril Oeste ya con 20 años y de la mano de Griguol, que confió en él y hasta el día de hoy Márcico reconoce que fue el mejor técnico que tuvo y su gran maestro, se alzó con dos títulos en la institución de Caballito.Delantero completo, combinaba potencia y gambeta, siempre con la pelota al pie y la cabeza levantada. Comenzó alternando la titularidad con el uruguayo Jiménez, y en el campeonato del ´82 aportó pincelazos de su calidad. En el ´84, en cambio, con mucha más experiencia y partidos decisivos en su espalda fue genio y figura en la obtención del título y culminó su obra con un partido brillante en la final contra River en el Monumental donde terminó de explotar su talento y recibió aplausos incluso de la hinchada rival.“Maestro en el arte de defender la pelota arqueando el cuerpo y cubriéndose con los brazos, parecía imposible que alguien se la pudiera quitar. Y desde ese control, el Beto después generaba belleza, ya fuese encarando hacia el arco rival y dejando un slalom de rivales en el camino, o poniéndola en cortada para los puntas” (Fragmento extraído del libro del Centenario de Ferrocarril Oeste).En Ferrocarril Oeste jugó un total de 210 partidos convirtiendo 44 goles.En 1985, pasó al Toulouse del fútbol francés, en donde jugó siete temporadas, 227 partidos y convirtió 62 goles. Jugó a un gran nivel y es muy recordado en el país galo.En 1992, fue tentado por Boca Juniors (club del cual es hincha declarado) y aceptó gustoso la propuesta y volvió al país a seguir regalando fútbol del bueno. Ya no tenía el nivel que había mostrado en Ferro, porque los años no vienen solos (?) y había perdido potencia pero la calidad seguía intacta. Jugó 152 partidos en el club de la ribera y convirtió 15 goles. Ganó el Torneo Apertura de 1992, la Copa Masters de ese mismo año y la Copa de Oro Nicolás Léoz al año siguiente. Si bien era muy querido por "La 12" se fue de La Boca por la puerta de atrás, apenas asumieron Macri y Bilardo en 1996. Lo condenó ser el "líder" de "los halcones" en el supuesto enfrentamiento con "las palomas" comandadas por el Mono Navarro Montoya. Ya en el final de su carrera, tuvo un ofrecimiento para volver a Ferro, que en ese momento era dirigido por sus ex compañeros “Cacho” Saccardi y Oscar Garré, pero la presencia del viejo Griguol en el banco de Gimnasia pesó más. Así fue que decidió retirarse en el club platense, donde hizo 10 goles en 14 partidos en el primer torneo en la institución pero luego una serie de lesiones hicieron que mermara su rendimiento y jugó tan sólo 17 partidos más en los casi dos años siguientes en los que no convirtió. Decidió ponerle fin a su carrera profesional.En la selección jugó algunos partidos en las eliminatorias para el mundial de 1986, pero quedó fuera de la lista final del torneo más importante. Extrañamente, el Dr. Bilardo no volvió a citarlo nunca más, ni para un amistoso

jueves, 8 de enero de 2009

Carta a la Patria

La inconfundible voz de Alejandro Apo, interpretando una carta de Cortazar

lunes, 5 de enero de 2009

EL MEJOR EQUIPO



(Dedicado a todos los que formamos parte de aquel glorioso 2007 allá por la 228)

No se porque, pero en estos días me estoy acordando mas, no es que nunca me acuerde, pero últimamente se me vienen los recuerdos de aquellos días felices a cada rato. Debe ser porque ahora, en enero, hace un año que el equipo se disolvió definitivamente, no es que no existe mas, de hecho yo sigo, pero cuando te faltan los compañeros, los que mas te entendían, los equipos ya no son iguales, se llaman igual, tienen los mismos colores, pero son otros.
Te la cuento del principio para que la entiendas. Yo estaba retirado, o casi, estaba igual, pero al lado de los dirigentes, haciendo una especie de control, con uno de esos cargos que lo único que tenes que hacer es aguantar las giladas de los que mandan y tratar de pasar el tiempo. La cosa que un día los dirigentes se volvieron locos y desmantelaron el plantel, así nomás, de un día para el otro echaron medio equipo, y un par se fueron solos porque no aguantaban más la situación, eran días dificilísimos.
Entonces empezaron las contrataciones, porque de los antiguos solo quedaban Juan, Damián y German, además de algunos del montón. Los primeros en llegar fueron el Tapa y Gabriel, no recuerdo quién llego primero pero fue casi al mismo tiempo. El Tapa llego con un bolsito cruzado y una facha que parecía un doctor, y Gaby, bueno, apareció en una bici que debería ser de las primeras de la historia, como esas que muestran en las fotos de los Billiquen, con las ruedas gigantes ¿viste?. Mas tarde llego Pepe y al toque se sumó Diego, que le costó entrar en el equipo pero después se acopló bárbaro.
Yo, ya empezaba a ver las cosas de otro modo y te digo la verdad, me entraron unas ganas locas de volver, porque veía como jugaban, les salía redonda, se les daban todas a los guachos, y yo me estaba quedando afuera.
La cosa es que se fue Juan, vino el Rama y yo seguía con los dirigentes preparando, de callado, mi vuelta. Por suerte, para mi, Ramiro se rajó, así que los encaré y les pedí el puesto bacante, me lo dieron y ese fue el génesis, el comienzo del mejor equipo que formé.
Pepe la traía, Damián y yo la aguantábamos por afuera y el Gaby definía, a veces se sumaba Dieguito y éramos imparables, éramos la naranja mecánica, el River del Bambino, el Independiente de Pastoriza, el Boca de Bianchi, no se, un equipazo.
Cuando se fue Damián, Diego pasó a su lugar y el equipo seguía repartiendo alegrías, desbordando lujos, inmortalizando jugadas, como el “2-1” que le hicimos a Zubherbuler con el Turco o “La escondida” del Gaby el día de los torneos bonaerenses.
Con el que mejor me entendí fue con Gabriel, primero me costó entrar en el equipo, y era lógico, pero cuando nos empezamos a conocer, cuando cada uno sabía para qué lado pateaba el otro, la historia fue otra. Con Gaby nos entendíamos sin mirarnos, sabíamos lo que haría el otro y ahí estábamos, creando, inventando, éramos Bertoni y el Bocha, Guillermo y Palermo, Maradona dejándolo solo al Canni contra los brasileros, fue la mejor dupla que formé en mi vida, te lo juro.
Pero como todo lo bueno dura poco, a principios de enero, cuando ya nos preparábamos para una temporada histórica, el Gaby se peleó con los dirigentes y lo rajaron, así nomás como te la cuento, lo rajaron, y todo se desmoronó.
Mas tarde se fue Diego y del gran equipo solo quedamos Pepe y yo, aguantando otra temporada, que como de costumbre viene a los tumbos, peleando abajo, haciendo mil piruetas para lograr una jugada creativa, porque los nuevos no son lo mismo, no te digo que sean malos, no, pero no te tiran un centro a la cabeza ni locos, entonces vos tenes que bajar a buscarla, hacer la jugada y definir, y todo eso te cansa, encima hay que aguantar a los dirigentes y sus ideales inentendibles de cómo salvar la institución.
A mi ya me queda poca cuerda en el equipo, pero lo único que te digo es que nunca, pero nunca en mi vida me entendí con alguien tan bien como con el Gaby, porque dirán lo que dirán, que era renegado, contestador, un poco vago, pero con Gabriel, con Gabriel era otra cosa.

domingo, 4 de enero de 2009


A LOS 27 MINUTOS


Muy pocos, casi nadie saben el apellido del Coco Morales, porque todo el mundo desde siempre lo llamaba así, Coco. Bien, el Coco era camionero y, como buen camionero, mecánico de su camión. Desde el departamento de Rivadavia de Mendoza trasladaba vino en tanques; lentísimos viajes que duraban las horas de un día entero y de medio más.
A esa monotonía de las rutas, especialmente cuando lo invadía el sopor de la siesta o el temible sueño de ciertas horas de la madrugada, el Coco la afrontaba relatando dramáticos partidos de fútbol. Estaba equipado para eso: sobre la visera de su camión tenía un micrófono, se lo había fabricado a partir de un colador en desuso. Para sus transmisiones había armado su propio campeonato, su fixture.
Las alternativas de ese campeonato digitadas por él no coincidían para nada con las del campeonato real. En cierta forma el Coco Morales era el Azar, es decir, el Dios de esos torneos. El equipo de sus amores, Independiente de Avellaneda, siempre estaba prendido entre los punteros y ganaba por lo menos dos campeonatos de cada tres. Los ganaba heroicamente, remontando resultados inverosímiles. Una de las finales, precisamente contra Racing de Avellaneda, Independiente vadeó un 4 a 0 del primer tiempo. Cuando faltaban diez minutos todavía iba perdiendo 4 a 2. El 5 a 4 se concretó con dos goles en el tiempo de alargue. Todo es posible en el fútbol y más si el dios que lo digita es el Coco Morales.
Un día de marzo de 1979, el Coco estaba trasmitiendo el segundo tiempo de un partido entre Vélez e Independiente. Una mancha de aceite que no alcanzó a ver y se fue en una curva: estaba a un par de kilómetros de entrar a Rufino. Su camión quedó con las ruedas mirando el cielo estrellado. La inmensidad del pasto fue redimida por el emocionante olor vino derramado. A la media hora llegó la ambulancia. El Coco todavía respiraba, pero estaba bañado en sangre e inconsciente. Ya en la ambulancia le aplicaron oxígeno, abrió apenas los ojos y al ver la mascarilla la consideró micrófono y sin más dijo: Y el partido se suspende a los 27 minutos del segundo tiempo. Cerró sus ojos el Coco.
Podría ser más conmovedor el final de este relato si contáramos que las últimas palabras del Coco fueron ésas: Y el partido se suspende a los 27 minutos del segundo tiempo. Pero no fue así. Una conmoción cerebral pasajera, seis puntos de sutura en la frente, un par de semanas de descanso y todo quedó nada más que un susto, cosas que pasan en el camino.
El Coco Morales volvió a la ruta de siempre con su lenta carga de vino imprescindible. En su primer viaje después de haber nacido de nuevo, al llegar a la misma curva del vuelco, ahí en Rufino, bajó la visera, descolgó el micrófono y dijo: Y el partido se reanuda a los 27 minutos del segundo tiempo.

Cuento escrito por Braceli, Rodolfo

viernes, 2 de enero de 2009


"Me emocionas Pompei, me emocionas"

(El volante Roberto Pompei, de dilatada trayectoria, se esforzaba como un joven jugando para Estudiantes en 2003. Veira le confeso sus sensaciones, aún siendo el tecnico rival, cuando el jugador fue a tomar la pelota cerca del banco de suplentes)

TODO MIENTRAS DIEGO


El 22 de junio de 1986, mientras casi el universo se quedaba quieto detrás de una sola imagen y de un solo hombre, el Gordo no sabía que estaba a punto de encontrar una pasión. No lo sabía el Gordo porque durante esa sola imagen y durante ese solo hombre quedó dominado por una corriente de fuegos y de sangres que le viajó desde el coxis hasta la lengua y desde la lengua hasta el aire para terminar gritando gol. Pero después sí. Después y mucho después, y también cada sábado, sobre las mesas áridas del Bar de los Sábados, el Gordo se definió una misión en el mundo y preguntó a unas gentes y a todas las gentes la gran pregunta de su historia. Esta pregunta: ¿qué le pasó a usted cuando Diego Maradona, en la mejor jugada de cualquiera de los tiempos, le hacía el segundo gol de Argentina a los ingleses en el Mundial de México?"Una tarde, no hace tanto —narró el Gordo con el Bar de los Sábados vuelto una quietud que lo oía—, una mujer me dijo que mientras Diego zigzagueaba personas, ella colgaba ropa mojada y que, cuando la pelota entró al arco, la ropa, de golpe, se secó". El Alto, un racionalista intenso que no se ausenta del bar ni en los sábados sin destino, le apuntó que eso era imposible. Pero el Gordo ni lo consideró. Y siguió: "Otro hombre me contó que estaba viendo ese partido dentro de una pensión sin nombre y prisionero de la más fea de las soledades, pero que cuando el gol fue por fin gol, corrió hasta un cuadro que colgaba torcido en una pared sucia, lo estrechó en un abrazo, y uno de los personajes del cuadro, a la vez, lo abrazó a él".El Roto, otro feligrés del Bar de los Sábados que venía atendiendo fascinado, no fue insensible a las búsquedas del Gordo y le añadió su experiencia: "Por discreción o por vergüenza, no suelo contarlo, pero en el momento justo en el que Maradona terminó de armar ese camino de jugadores ingleses frustrados, yo me levanté de mi silla y le acaricié las mejillas a mi abuelo, que lloraba y que reía. Fue extraordinario, fueron mi vida, mi infancia, mi identidad y mi memoria desplegadas en una sola circunstancia. Tardé cuatro o cinco minutos en recordar que mi abuelo había muerto hacía diez años. Pero yo sé, lo sé claramente, que ahí lo acaricié".El Gordo aseguró que la historia del Roto era posible. Con el labio superior, apretó entusiasmado los contornos de su taza de café y volvió a llenar de detalles al Bar de los Sábados. Afirmó que a un pueblo campesino de economías malogradas se le acabó la más larga de sus sequías no bien Diego empezó su fiesta, y que, también cuando Diego transformaba en nada el esfuerzo del arquero inglés, un sobrino suyo que tropezaba cada día con los desafíos escolares entendió súbitamente la lógica de la suma algebraica, y que un amigo enfermo que se arrimaba a la muerte distinguió las formas de ese avance irrepetible y extendió su agonía hasta que Maradona cantó el gol.Vencido por tanta demostración contundente, el Alto se sintió en el deber de sumar una evocación bien suya que jamás había confesado. Lo hizo tan racional como siempre pero conmovido desde la primera palabra: "Vi ese Mundial, ese partido y ese gol junto con mi papá en el comedor de su casa. Cuando Diego eludió al segundo rival, el corazón no me latió más. Me acuerdo mucho mejor de los anteojos asombrados de mi padre, de mi propio asombro porque el corazón no me latía y de la sensación plácida de una felicidad en ascenso que de la secuencia del gol. Era curioso: el corazón no me latía, como si se hubiera ido todo entero detrás de esa jugada, y, sin embargo, yo estaba más vivo que nunca. Recuperé la normalidad recién cuando los ingleses sacaron del medio. Mi papá sonreía…"Una emoción igual a un campeonato atrapaba los rincones viejos del Bar de los Sábados. Cuando el Alto pidió café, las puertas en vaivén del lugar se abrieron por un viento y una mujer de pestañas como bosques enfocó una mirada de amor directa hacia el Gordo. El Roto quiso decir que nunca fallaba, que así era, que ese gol lo seguía pudiendo todo. Pero el Gordo lo interrumpió sin registrarlo y, deslumbrado por esa hermosura que tenía enfrente, alcanzó a balbucear la única frase que le cabía en la boca:—Gracias de nuevo, Diego.


Cuento escrito por Ariel Scher

lunes, 29 de diciembre de 2008



"los boludos son como las hormigas, existen en todas partes del mundo"

Cesar Menotti técnico de la Seleccion campeona en 1978